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19 de septiembre de 2014

La Historia de los dos Videntes (Paulo Coelho IV)


Presintiendo que su país -en no mucho tiempo- terminaría sumergido en una guerra civil, el sultán llamó a uno de sus mejores videntes y le preguntó cuánto tiempo le quedaba de vida.
- Mi adorado maestro, el señor vivirá lo bastante para ver muertos a todos sus hijos.
En un acceso de furia, el sultán inmediatamente mandó ahorcar al hombre que había pronunciado tan aterradoras palabras. Pero entre tanto, la guerra civil seguía siendo una amenaza. Desesperado, llamó a un segundo vidente.
- ¿Cuánto tiempo viviré? –preguntó, procurando saber si todavía sería capaz de controlar una situación potencialmente explosiva.
- Señor, Dios le ha concedido una vida tan larga que durará más que la de sus hijos y llegará hasta la generación de sus nietos.
Agradecido, el sultán mandó que se lo recompensara con oro y plata. Al salir del palacio, un consejero comentó con el vidente:
- Tú le has dicho lo mismo que el adivino anterior. Pero el primero fue ejecutado y tú has recibido recompensas. ¿Por qué?
- Porque el secreto no está en lo que se dice sino en cómo se lo dice. Siempre que debas disparar la flecha de la verdad, no olvides mojar la punta en el tarro de miel.
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18 de septiembre de 2014

La Puerta de La Ley (Paulo Coelho III)


Kafka cuenta la historia de un hombre que, buscando justicia, camina hasta el Palacio de Justicia. Frente a la puerta del palacio, un soldado monta guardia.
Como el centinela no le dirige la palabra, el hombre decide esperar. Espera todo un día pero el guardia continúa mudo.
“Si mira para este lado, se dará cuenta de que quiero entrar”, piensa el hombre. Y ahí se queda.
Pasan días, semanas y años enteros. El hombre sigue frente a la puerta y el centinela sigue montando su guardia.
Pasan las décadas, el hombre envejece y ya no consigue moverse. Finalmente, cuando se da cuenta de que la muerte se aproxima, reúne sus últimas fuerzas y le pregunta al guardia:
- He venido hasta aquí en busca de justicia. ¿Por qué no me dejó pasar?
- ¿Que yo no lo dejé?, respondió sorprendido el centinela. – ¡Usted nunca me dijo qué estaba haciendo ahí! La puerta siempre estuvo abierta, no había más que empujarla. ¿Por qué no entró?
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3 de septiembre de 2014

Del Ciudado con las Palabras (Paulo Coelho II)


 Cuántas veces decimos de alguien: “Caramba, hace tiempo que no discuto con fulano”. O “Nunca más tuve una gripe”. Y de repente, al día siguiente, nos pescamos una gripe o discutimos con fulano.
Entonces llegamos a una conclusión: si hablamos de las cosas buenas que nos acontecen, esto nos traerá mala suerte.
Nada de eso. En realidad, el Alma del Mundo –antes de cualquier problema- siempre nos muestra cuánto tiempo pasamos sin habernos enojado por alguna cosa determinada. Ella quiere decirnos cuán generosa ha sido la vida hasta ese momento y cómo lo continuará siendo, si superamos con valentía el obstáculo.
Mantenga las palabras positivas en el aire. Ellas van a ayudarle a crecer ante cualquier dificultad.

Paulo Coelho
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4 de junio de 2014

De las tragedias (Paulo Coelho I)


Creo que todo ser humano, en algún momento, termina por ver una tragedia cruzando por su vida: podría ser la destrucción de una ciudad, la muerte de un hijo, una acusación sin pruebas, una enfermedad que aparece sin aviso y trae invalidez permanente.... La vida es un riesgo constante, y quien se olvida de eso jamás estará preparado para los desafíos del destino. Cuando estamos ante el inevitable dolor que cruza nuestro camino, entonces estamos obligados a buscar un sentido para lo que está sucediendo.
Por mejores que seamos, por más correctamente que procuremos vivir nuestras vidas, las tragedias ocurren. Podemos culpar a otros, procurar justificaciones, imaginar cuan diferentes hubieran sido nuestras vidas sin ellas. Pero nada de esto tiene importancia: han ocurrido y vasta. A partir de allí, lo que se hace necesario es rever nuestra propia vida, superar el miedo y comenzar el proceso de reconstrucción.
Lo primero que debemos hacer, cuando estamos ante el sufrimiento y la inseguridad, es aceptarlos como tales. No podemos tratarlos como algo que no nos concierne, ni transformarlos en un castigo que satisfaga nuestro eterno sentimiento de culpa.
Ha llegado el momento de reconstruirnos a nosotros mismos; y es justamente ahí que nuestra actitud ante lo que nos espera establecerá toda la diferencia..
Ojala que cada uno de nosotros sea capaz de levantarse de sus propios escombros emocionales y reconstruir la catedral que siempre soñamos, pero que jamás nos atrevimos a crear.

Paulo Coelho
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3 de octubre de 2013

Del Vacío





A veces somos poseídos por una sensación de tristeza que no conseguimos controlar. No importa el lugar
donde estamos, en el trabajo, junto a la persona que amamos, en una fiesta, pero, sin ninguna explicación, el
mundo pierde su color, y la vida esconde su magia.
En esos momentos – nos dice Karen Casey- nada mejor que mirar para adentro de nosotros mismos. Allí está
un niño con miedo, que no sabe bien que está haciendo aquí, porque casi no es oída ni consultada. Vamos a
ser tolerantes con este niño. Vamos a dejar que él tome las riendas por cuanto tiempo sea necesario, hasta
que se sienta de nuevo amado.
En breve, nuestros ojos vuelven a brillar. Y, a partir de allí, si no perdemos mas el contacto con este niño, no
perderemos más el sentido de la vida.


Maktub
Paulo Coelho
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1 de octubre de 2013

Del Amor



Un periodista perseguía al escritor francés Albert Camus, queriendo que explicara detalladamente su trabajo.
El autor de "La Peste" se negaba: "Yo escribo, y los otros juzgan como lo entienden".
Pero el periodista no se resignaba. Cierta tarde, consiguió encontrarlo en un café en París. "La crítica viva
encuentra que usted señor nunca aborda un tema profundo", dijo el periodista. "Yo le preguntaría ahora: ¿si
tuviese que escribir un libro sobre la sociedad, aceptaría el desafío?"
"Claro", respondió Camus. "El libro tendría cien páginas. Noventa y nueve serían en blanco, pues no habría
que decir. En el final de la centésima página, escribiría: "El único deber del hombre es amar".

Maktub. 
Paulo Coelho
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7 de julio de 2013

Cerrando Circulos


Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.

¿Terminó tu trabajo?, ¿Se acabó tu relación?, ¿Ya no vives más en esa casa?, ¿Debes irte de viaje?, ¿La relación se acabó? Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente “revolcándote” en los por qué, en devolver el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho. El desgaste va a ser infinito, porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanos, todos y todas estamos encaminados hacia ir cerrando capítulos, ir dando vuelta a la hoja, a terminar con etapas, o con momentos de la vida y seguir adelante.

No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!
Por eso, a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, romper papeles, tirar documentos, y vender o regalar libros.

Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación.
Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas, y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que dar vuelta a la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente…

El pasado ya pasó. No esperes que te lo devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres tú… Suelta el resentimiento. El prender “tu televisor personal” para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarte lentamente, envenenarte y amargarte.

La vida está para adelante, nunca para atrás. Si andas por la vida dejando “puertas abiertas” por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción. ¿Noviazgos o amistades que no clausuran?, ¿Posibilidades de regresar? (¿a qué?), ¿Necesidad de aclaraciones? , ¿Palabras que no se dijeron?, ¿Silencios que lo invadieron? Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hazlo, si no, déjalos ir, cierra capítulos. Dite a ti mismo que no, que no vuelven. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajas allí en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio.

Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver. Cierra la puerta, da vuelta a la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo, ni el entorno al que regresas será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por ti mismo, desprender lo que ya no está en tu vida.

Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo. Nada es vital para vivir porque cuando tú viniste a este mundo, llegaste sin ese adhesivo. Por lo tanto, es costumbre vivir pegado a él, y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy te duele dejar ir.
Es un proceso de aprender a desprenderse y, humanamente se puede lograr, porque te repito: nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Por eso cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, sacúdete, suéltate.

Hay muchas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escojas, te ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad. ¡Esa es la vida!

Paulo Coelho
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13 de enero de 2013

El Amor


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1 de diciembre de 2012

¿Por qué lloras? (Paulo Coelho XIV)

 Un hombre llamó a la puerta del amigo para pedirle un favor:

-Necesito que me prestes cuatro mil dinares para pagar una deuda que tengo. ¿Podrías hacerlo?

El amigo le pidió a su mujer que reuniese todo lo que tenían, pero ni siquiera con esto fue suficiente. Hubo que salir a la calle, y pedirles dinero a los vecinos, hasta alcanzar la cantidad requerida.

Cuando el hombre se marchó, la mujer se dio cuenta de que su marido estaba llorando.

-¿Por qué estás triste? ¿Porque tienes miedo de que, ahora que nos hemos endeudado, no consigamos pagar lo que debemos?

No, no es por eso. Lloro porque el que nos acaba de visitar es un amigo al que quiero mucho, y a pesar de eso yo no sabía nada de su situación. Sólo me acordé de él cuando se vio obligado a llamar a mi puerta para pedirme dinero prestado.

Paulo Coelho

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30 de noviembre de 2012

Sobre la Fe (Paulo Coelho XIII)


Cuenta Sri Ramakrisna que un hombre se aprestaba a cruzar un río cuando el maestro Bibhishana se aproximó, escribió un nombre en una hoja, la ató a la espalda del hombre y le dijo:

- No tengas miedo. Tu fe te ayudará a caminar sobre las aguas. Pero en el instante en que pierdas la fe, te ahogarás.

El hombre confió en Bibhishana y comenzó a caminar sobre las aguas, sin ninguna dificultad, A cierta altura, no obstante, sintió un inmenso deseo de saber lo que su maestro había escrito en la hoja atada a sus espaldas.

La cogió y leyó lo que estaba escrito:

“¡Oh, dios Rama, ayuda a este hombre a cruzar el río”

“¿Sólo esto?”, pensó el hombre. “¿Quien es este dios Rama, al fin y al cabo?”

En el momento en que la duda se instaló en su mente él se sumergió y se ahogó en la corriente.

Paulo Coelho

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¿Qué es la Felicidad? (Paulo Coelho XII)






Esa es una pregunta que ya la borré hace mucho de mi cabeza, justamente porque no sé responderla.

No soy el único. En el transcurso de todos estos años, he convivido con todo tipo de personas: ricas, pobres, poderosas y acomodadas. En todos los ojos que se cruzaban con los míos, siempre me pareció que faltaba algo – e incluyo a los guerreros, y a los sabios, gente que no tendría nada de qué quejarse.

Algunas personas parecen felices: simplemente, no se plantean el asunto. Otras hacen planes: tendré un marido, una casa, dos hijos, una casa de campo... Mientras se encuentran ocupadas realizando esa lista, son como toros embistiendo: no piensan, sólo avanzan. Consiguen su coche, a veces consiguen hasta su Ferrari, les parece que en eso consiste el sentido de la vida, y no se hacen nunca la pregunta de arriba. Pero, a pesar de todo, los ojos arrastran una tristeza de la que estas personas ni siquiera son conscientes.

Yo no sé si todo el mundo es infeliz. Lo que sé es que las personas están siempre ocupadas: trabajando más tiempo del que les corresponde, ocupándose de los hijos, del marido, de la carrera, del diploma, de lo que harán al día siguiente, de lo que hay que comprar, de lo que hay que tener para no sentirse inferior, etc.

Pocas personas me dijeron: “Soy infeliz”. La mayoría me dice: “Estoy de maravilla. Conseguí todo lo que quería”.

Entonces, les pregunto: “¿Qué es lo que te hace feliz?”

Me responden: “Tengo todo lo que cualquiera puede desear: familia, casa, trabajo, salud...”

Les pregunto de nuevo: “¿Alguna vez te paraste a pensar si eso era todo en la vida?”

Y responden: “Sí, eso es todo”.

Insisto: “En ese caso, el sentido de la vida es el trabajo, la familia, los hijos que crecerán y acabarán marchándose, la mujer o el marido que con el tiempo se transforman más en amigos que en auténticos enamorados. Y el trabajo terminará un día. ¿Qué harás cuando llegue ese momento?”

Llegados a este punto, no me responden. Se van por las ramas. Pero siempre queda algo escondido: el empresario que aún no hizo el negocio que soñaba, el ama de casa a la que le gustaría disponer de más independencia y más dinero, el que acaba de conseguir su título en la facultad se pregunta si fue él quien escogió sus estudios o si alguien los eligió por él, al dentista le habría gustado ser cantante, el cantante hubiera querido ser político, el deseo del político era ser escritor, y el escritor es un labrador frustrado.

En la calle donde escribo esta columna y observo a las personas que pasan, apuesto a que todo el mundo esta sintiendo lo mismo. Esta mujer tan elegante dedica sus días a intentar parar el tiempo, controlando la báscula, porque piensa que de eso depende el amor. En la acera de enfrente se ve a una pareja con dos niños. El hombre y la mujer viven momentos de intensa felicidad cuando salen a pasear con sus hijos, pero al mismo tiempo el subconsciente se preocupa del empleo que podría faltar un día, de las tragedias que pueden llegar en cualquier momento, y piensa en cómo librarse de ellas, cómo protegerse del mundo.

Hojeo las revistas de famosos: todo el mundo riéndose, todo el mundo contento. Pero como frecuento este medio, sé que la realidad es otra: todos aparecen riendo o divirtiéndose en la foto, en aquel momento, pero por la noche, o por la mañana, la historia es diferente. “¿Qué voy a hacer para seguir apareciendo en las revistas?” “¿Cómo voy a disimular que ya no tengo el dinero suficiente para mantener esta vida de constantes lujos?” O “¿Cómo hago para aumentar mi lujo, para hacerlo más llamativo que el de los demás?” “La actriz con la que aparezco en esta foto, riéndonos las dos, celebrando algo, ¡mañana me puede robar el papel!” “¿Estaré mejor vestida que ella? ¿Por qué sonreímos, si nos detestamos?”

En fin, me quedo con los versos de Jorge Luis Borges: “Ya no seré feliz. Tal vez no importa. Hay tantas otras cosas en el mundo”.

Paulo Coelho
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29 de noviembre de 2012

El instante mágico (Paulo Coelho XI)


Es necesario correr algunos riesgos. Sólo entendemos adecuadamente el milagro de la vida cuando permitimos que lo inesperado se manifieste.

Todos los días Dios nos da – junto con el sol – un momento en el que es posible cambiar todo lo que nos hace infelices. Todos los días intentamos fingir que no vemos este momento, que no existe, que hoy es igual que ayer y mañana será igual que hoy. Pero el que presta atención descubre el instante mágico. Puede esconderse en el momento de meter la llave en la cerradura, ya por la mañana, o en el silencio que sigue a la cena, o en cualquiera de las mil y una cosas que nos parecen repetidas. Ese momento existe – un momento en el que toda la fuerza de las estrellas nos atraviesa y nos permite hacer milagros.

La felicidad es a veces un don, pero generalmente es una conquista. El instante mágico nos ayuda a cambiar, nos empuja en la dirección de nuestros sueños. Vamos a sufrir, vamos a pasar por momentos difíciles, vamos a enfrentar muchas desilusiones, pero todo eso es pasajero, inevitable, y acabaremos enorgulleciéndonos de las marcas señaladas por todos los obstáculos. En el futuro, podremos mirar hacia atrás con orgullo y fe.

Pobre del que tuvo miedo de correr riesgos. Porque tal vez no se decepcione nunca, ni tenga desilusiones, ni sufra como los que tienen un sueño que cumplir. Pero cuando mire hacia atrás – porque siempre se acaba mirando hacia atrás – va a escuchar a su corazón diciendo: “¿Qué hiciste con los milagros que Dios sembró a lo largo de tus días? ¿Qué hiciste con los talentos que tu Maestro te confió? Los enterraste bien hondo en una fosa, porque tenías miedo de perderlos. Por lo tanto, esta es tu herencia: la certeza de que desperdiciaste tu vida”.

Pobre del que llega a escuchar estas palabras. Porque entonces creerá en los milagros, pero los instantes mágicos de su vida ya habrán pasado.

Tenemos que escuchar al niño que fuimos un día, y que aún existe en nuestro interior. Este niño sabe de instantes mágicos. Podemos sofocar su llanto, pero no podremos acallar su voz.

Si no nacemos de nuevo, si no volvemos a mirar la vida con la inocencia y el entusiasmo de la infancia, la vida deja de tener sentido.

Existen muchas maneras de suicidarse. Los que intentar asesinar su cuerpo ofenden a la ley de Dios. Los que procuran matar su alma también ofenden a la ley de Dios, aunque su crimen resulte menos visible a los ojos de los hombres.

Pongamos atención en lo que nos dice el niño que llevamos guardado en el pecho. No nos avergoncemos por su causa. No debemos dejar que tenga miedo por estar solo o porque casi nunca lo escuchamos.

Vamos a permitir que tome un poco las riendas de nuestra existencia. Este niño sabe bien que cada día es diferente del anterior.

Vamos a hacer que se sienta nuevamente querido. Vamos a agradarlo, aunque eso signifique actuar de maneras algo insólitas para nosotros mismos, aunque los demás consideren que estamos haciendo tonterías.

Recuerden que la sabiduría de los hombres Dios la ve como locura. Si escuchamos al niño que tenemos en el alma, nuestra mirada volverá a brillar. Si no perdemos el contacto con este niño, no perderemos el contacto con la vida.

Paulo Coelho


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28 de noviembre de 2012

Convención de los Heridos de Amor (Paulo Coelho X)



Disposiciones generales:

A – Considerando que el dicho de que “en el amor y en la guerra todo vale” es completamente verdadero;

B – Considerando que en lo relativo a la guerra contamos con la Convención de Ginebra, adoptada el 22 de agosto de 1864, que determina cómo debe tratarse a los heridos en el campo de batalla, mientras que hasta hoy no se ha promulgado ningún documento que regule la situación de los heridos de amor, muy superiores en número;

Se decreta que:

Art. 1 – todos los amantes, independientemente de cuál sea su sexo, quedan advertidos de que el amor, además de ser una bendición, también es algo extremadamente peligroso, imprevisible, que puede acarrear serios daños. Por lo tanto, quien tenga la intención de amar, debe ser consciente de que está exponiendo su cuerpo y su alma a heridas de muy diferentes tipos, sin poder culpar por ello a su pareja en ningún momento, puesto que ambos corren el mismo riesgo.

Art. 2 – Una vez alcanzado por una flecha del arco ciego de Cupido, debe solicitarse inmediatamente al arquero que dispare la misma flecha en la dirección opuesta, con el objeto de no sufrir la herida conocida como “amor no correspondido”. En el caso de que Cupido se niegue a hacerlo, la Convención que en estos momentos se promulga exige del herido que de manera inmediata se arranque la flecha del corazón y la tire a la basura. Para llevar esto a buen puerto, debe evitar llamadas telefónicas, mensajes de correo electrónico, envíos de flores (siempre rechazadas), o cualquier otra forma de seducción, pues semejantes medios, si bien pueden dar algún resultado positivo a corto plazo, no resisten el paso del tiempo. La Convención decreta asimismo que el herido debe buscar sin falta la compañía de otras personas, así como debe imponerse al pens! amiento obsesivo que le dice “vale la pena luchar por esta persona”.

Art. 3 – En el caso de que la herida provenga de un tercero, es decir, que el ser amado se sienta atraído por alguien que no estaba a priori en el guión, queda expresamente prohibida la venganza. En este caso, se permite el uso de lágrimas hasta que los ojos se sequen, así como algunos puñetazos en la pared o en la almohada, o reuniones con amigos donde poder insultar a gusto al antiguo(a) compañero(a), incidiendo en su perfecta falta de gusto, pero sin llegar a difamar su honra. La Convención determina que también se aplique en este caso la regla del Art. 2 que mueve a buscar la compañía de otras amistades, sólo que evitando en la medida de lo posible los lugares que la otra persona frecuenta.

Art. 4 – En lesiones leves, clasificadas aquí como pequeñas traiciones, pasiones fulminantes que no duran mucho, o desinterés sexual pasajero, debe aplicarse con generosidad y rapidez el medicamento llamado Perdón. Una vez aplicada tal medicina, no se debe volver atrás bajo ninguna circunstancia, y el asunto debe ser definitivamente olvidado, no utilizándolo jamás como argumento en una discusión o en momento de odio.

Art. 5 – En todas las heridas definitivas, también conocidas como “rupturas”, el único medicamento que tiene algún efecto se llama Tiempo. De nada sirve buscar consuelo en cartomantes (que siempre prometen el regreso del amor perdido), leer libros románticos (que siempre acaban bien), engancharse a una telenovela o cosas por el estilo. Se debe sufrir con intensidad, evitando radicalmente las drogas, los calmantes o las oraciones a los santos. En cuanto al alcohol, sólo serán permitidos dos vasos de vino diarios.

Consideraciones finales: los heridos por el amor, al contrario de los heridos en conflictos armados, no son víctimas ni verdugos. Optaron por algo que forma parte de la vida, y deben asumir, por consiguiente, la agonía y el éxtasis de su elección.

Y los que jamás fueron heridos por el amor, nunca podrán decir: “he vivido”. Porque no vivieron.

Paulo Coelho


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24 de noviembre de 2012

En Busca del Maestro (Paulo Coelho IX)



Algunos discípulos pasan la vida preguntándome dónde está la verdad -dijo un maestro-. Así que un día decidí señalar en una dirección cualquiera, intentando demostrar que lo importante es recorrer un camino, y no quedarse pensando en él.

Pero en lugar de mirar en la dirección que le señalaba, el hombre que me había hecho la pregunta comenzó a examinarme el dedo, tratando de descubrir dónde estaba escondida la verdad.

Cuando la gente busca un maestro, debería estar buscando experiencias que puedan ayudarle a evitar ciertos obstáculos. Desgraciadamente, la realidad es otra: recurren a la ley del mínimo esfuerzo, intentando encontrar respuestas para todo. El que desea aprovecharse del esfuerzo del maestro para así no gastar sus energías nunca llegará a ninguna parte, y acabará por sentirse decepcionado.

Quien estudie un poco la historia de Buda, se dará cuenta de que, después de alcanzar la iluminación, se dedicó a hacer que sus discípulos desarrollasen las cualidades necesarias para llegar a la tan anhelada paz de espíritu.

Quien lea los evangelios, reparará en que casi todas las enseñanzas de Jesús tienen lugar en dos circunstancias: bien cuando viajaba, bien alrededor de una mesa.

Nada de templos. Nada de lugares escogidos. Nada de prácticas sofisticadas y difíciles: los apóstoles prestaban atención a lo que decía cuando andaba y cuando comía, cosas que hacemos todos los días de nuestras vidas. Precisamente porque las hacemos todos los días, no damos ningún valor a las enseñanzas que están escondidas en nuestros quehaceres diarios. Pensamos que las cosas sagradas son accesibles sólo para los gigantes de la fe y la voluntad, y pensamos que aquello que hacen las personas es demasiado pobre para ser aceptado con alegría por Dios.

En busca de nuestros sueños e ideales, muchas veces colocamos en lugares inaccesibles todo lo que está al alcance de la mano. Cuando descubrimos el error, en lugar de alegrarnos por haber comprendido nuestros fallos, nos dejamos llevar por la culpa de haber dado pasos errados, de haber malgastado nuestras fuerzas en una búsqueda inútil, de haber disgustado a quien deseaba nuestra felicidad. Y es entonces cuando corremos el peligro de acercarnos a los 'maestros' o 'gurús' que nos ayudarán a recuperar el tiempo perdido.

 Pero no es así: aunque el tesoro esté enterrado en tu casa, sólo lo descubrirás cuando te hayas alejado.

Si Pedro no hubiese experimentado el dolor de la negación, no hubiera sido escogido jefe de la Iglesia.

Si el hijo pródigo no hubiese abandonado todo, jamás habría sido recibido con júbilo por su padre.

Si Buda no hubiese decidido vivir una vida de sacrificio durante muchos años, jamás hubiera entendido el placer de la alegría.

Algunas cosas en nuestras vidas tienen un sello que dice: «Sólo comprenderás mi valor cuando me pierdas y me recuperes». De nada sirve querer acortar este caminó.

Existe un viejo dictado mágico que dice: cuando el discípulo está listo, aparece el maestro.
   
Pensando en esto, muchas personas se pasan la vida entera preparándose para este encuentro. Cuando se cruzan con el maestro, se entregan por completo, días, meses o años. Pero terminan descubriendo que el maestro no es el ser perfecto que habían imaginado, sino una persona igual a las demás, cuya única función es compartir aquello que ha aprendido. Al verse frente a una persona normal, el discípulo se siente herido. Siente desesperación y el deseo de abandonar la búsqueda, cuando, en realidad, es así como debe ser, es esto lo que nos hace libres para labrarnos nuestro propio camino.

Paulo Coelho
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23 de noviembre de 2012

Cerrando Círculos (Paulo Coelho VIII)

 

Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.

¿Terminó tu trabajo?, ¿Se acabó tu relación?, ¿Ya no vives más en esa casa?, ¿Debes irte de viaje?, ¿La relación se acabó? Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente "revolcándote" en los porqués, en devolver el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho. El desgaste ya a ser infinito, porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanos, todos y todas estamos encaminados hacia ir cerrando capítulos, ir dando vuelta a la hoja, a terminar con etapas, o con momentos de la vida y seguir adelante.

No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos porqué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!

Por eso, a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, romper papeles, tirar documentos, y vender o regalar libros.

Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación.

Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas, y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que dar vuelta a la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente...

La vida está para adelante, nunca para atrás. Si andas por la vida dejando "puertas abiertas", por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción. ¿Noviazgos o amistades que no clausuran?, ¿Posibilidades de regresar? (¿a qué?), ¿Necesidad de aclaraciones?, ¿Palabras que no se dijeron?, ¿Silencios que lo invadieron? Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hazlo, si no, déjalos ir, cierra capítulos. Dite a ti mismo que no, que no vuelven. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajas allí en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio.

Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver. Cierra la puerta, da vuelta a la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo, ni el entorno al que regresas será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por ti mismo, desprender lo que ya no está en tu vida.

Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo. Nada es vital para vivir porque cuando tú viniste a este mundo, llegaste sin ese adhesivo. Por lo tanto, es costumbre vivir pegado a él, y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy te duele dejar ir.

Es un proceso de aprender a desprenderse y, humanamente se puede lograr, porque te repito: nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Pero cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, sacúdete, suéltate.

Hay muchas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escojas, te ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad. ¡Esa es la vida!

Paulo Coelho
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Un Cuento (Paulo Coelho VII)

 El Pato y La Gata



-¿Cómo es que usted se inició en la vida espiritual? -preguntó uno de los discípulos al maestro Sufi Shams Tabrizi.
- Mi madre decía que yo no estaba lo suficientemente loco como para internarme en un hospicio, ni era lo suficientemente santo para entrar en un monasterio -respondió Tabrizi. -Entonces decidí dedicarme al sufismo, donde aprendemos a través de la meditación libre.
- ¿Y cómo le explicó eso a su madre?
- Con la siguiente fábula: alguien le acercó un patito a una gata para que la gata lo tomara a su cargo. Este seguía a su madre adoptiva por todas partes, hasta que un día, ambos llegaron frente a un lago. Inmediatamente el patito entró en el agua, mientras que la gata, desde la orilla, gritaba: ¡Sal de ahí! ¡Te vas a morir ahogado!
"Y el patito respondió: no, madre, descubrí lo que es bueno para mí, y esto es que estoy en mi ambiente. Voy a continuar aquí, aunque tú no sepas lo que significa un lago."

Paulo Coelho

 
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Un Cuento (Paulo Coelho VI)

 De Dios


Buda estaba reunido con sus discípulos cierta mañana, cuando un hombre se aproximó:
-¿Existe Dios? -le preguntó.
- Existe - respondió Buda.
Después del almuerzo se aproximó otro hombre:
-¿Existe Dios? -quiso saber.
- No, no existe -dijo Buda.
Al caer la tarde, un tercer hombre hizo la misma pregunta:
-¿Existe Dios?
- Usted tendrá que decidir -respondió Buda.
Cuando el hombre se marchó, un alumno comentó, indignado:
- Maestro, ¡qué absurdo! ¿Cómo da usted respuestas diferentes para la misma pregunta?
- Porque son personas diferentes, y cada una llegará a Dios por su propio camino. El primero confiará en mi palabra. El segundo hará todo para probar que estoy errado. Y el tercero sólo cree en aquello que es capaz de escoger por sí mismo.

Paulo Coelho
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22 de noviembre de 2012

La Ceremonia Del Té (Paulo Coelho V)





Consigo que mi editor, Maseo Masuda, finalmente me invite a la tradicional ceremonia del té. Él piensa que no voy a entender bien: "no pasa nada especial", me repite varias veces.
Nos vamos hacia una montaña cerca de Hakone, entramos en un pequeño cuarto, y su hermana, vestida ritualmente con un kimono nos sirve el té. Sólo eso: pero todo se hace con tanta seriedad y protocolo, que una práctica cotidiana se transforma en un momento de comunión con el Universo.
El maestro de té, Okakusa Kasuko, explica lo que acontece: "la ceremonia es la adoración de lo bello. Todo el esfuerzo se concentra en la tentativa de llegar a lo Perfecto a través de los gestos imperfectos de la vida cotidiana. Toda su belleza consiste en respetar las cosas simples que hacemos, pues ellas pueden llevarnos a Dios".
Si un simple encuentro para beber té puede llevarnos a Dios, qué decir de las otras oportunidades que se presentan a diario -sin que nos demos cuenta.
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Un Cuento (Paulo Coelho IV)

El Pan y La Manteca

 
Nuestra tendencia es siempre la de creer en la famosa "ley de Murphy": todo lo que hacemos siempre tiende a salir mal. Hay una interesante historia al respecto:
Un hombre tomaba tranquilamente su café de la mañana. De repente, el pan sobre el que acababa de untar manteca, cayó al piso.
¡Cual no fue su sorpresa cuando, al mirar hacia abajo, vio que la parte donde había untado la manteca había caído boca arriba! El hombre consideró que estaba en presencia de un milagro: contento, fue a conversar con sus amigos acerca de lo ocurrido -y todos se mostraron sorprendidos porque el pan, cuando cae al suelo, siempre queda con la parte de la manteca boca abajo, ensuciando todo.
- Tal vez seas un santo -dijo uno. -Y estás recibiendo una señal de Dios.
La historia fue pronto conocida en la pequeña aldea, y todos se pusieron a discutir animadamente lo ocurrido: ¿cómo es que, contrariamente a lo que se decía, el pan de aquel hombre había caído al suelo de esa manera? Como nadie conseguía dar con la respuesta adecuada, fueron a buscar a un maestro que vivía en las cercanías, y le contaron la historia.
El maestro pidió una noche para rezar, reflexionar, pedir inspiración divina. Al día siguiente, todos volvieron a verlo, ansiosos por escuchar la respuesta.
- Es una solución muy simple -dijo el maestro. -La verdad, el pan cayó al suelo exactamente como debía caer; fue la manteca la que estaba untada del lado equivocado.

Paulo Coelho
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Un Cuento (Paulo Coelho III)

Dónde Está El Paraguas


Al cabo de diez años de aprendizaje, Zenno creía que ya podía ser elevado a la categoría de maestro zen. Un día lluvioso, fue a visitar al famoso profesor Nan-in.
Al entrar en la casa de Nan-in, éste preguntó:
- ¿Has dejado tu paraguas y tus zapatos del lado de afuera?
- Por supuesto -respondió Zenno. -Es lo que manda la buena educación. Actuaría de la misma manera en cualquier lugar.
- Entonces dime, ¿pusiste el paraguas a la derecha o a la izquierda de tus zapatos?
- No tengo la menor idea, maestro.
- El budismo zen es el arte de tener conciencia total sobre lo que hacemos -dijo Nan-in. -La falta de atención a los pequeños detalles puede destruir por completo la vida de un hombre. Un padre que sale corriendo de la casa, puede olvidar un puñal al alcance de su hijo pequeño. Un samurai que no mira todos los días su espada, terminará por encontrarla oxidada cuando más necesite de ella. Un joven que olvida llevarle flores a su amada, va a terminar por perderla.
 Y Zenno comprendió que aunque conociera bien las técnicas zen del mundo espiritual, había olvidado aplicarlas en el mundo de los hombres.

Paulo Coelho
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