Mostrando entradas con la etiqueta Guerrero de la Luz. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Guerrero de la Luz. Mostrar todas las entradas

1 de diciembre de 2012

¿Por qué lloras? (Paulo Coelho XIV)

 Un hombre llamó a la puerta del amigo para pedirle un favor:

-Necesito que me prestes cuatro mil dinares para pagar una deuda que tengo. ¿Podrías hacerlo?

El amigo le pidió a su mujer que reuniese todo lo que tenían, pero ni siquiera con esto fue suficiente. Hubo que salir a la calle, y pedirles dinero a los vecinos, hasta alcanzar la cantidad requerida.

Cuando el hombre se marchó, la mujer se dio cuenta de que su marido estaba llorando.

-¿Por qué estás triste? ¿Porque tienes miedo de que, ahora que nos hemos endeudado, no consigamos pagar lo que debemos?

No, no es por eso. Lloro porque el que nos acaba de visitar es un amigo al que quiero mucho, y a pesar de eso yo no sabía nada de su situación. Sólo me acordé de él cuando se vio obligado a llamar a mi puerta para pedirme dinero prestado.

Paulo Coelho

Leer más...
Bookmark and Share

30 de noviembre de 2012

Sobre la Fe (Paulo Coelho XIII)


Cuenta Sri Ramakrisna que un hombre se aprestaba a cruzar un río cuando el maestro Bibhishana se aproximó, escribió un nombre en una hoja, la ató a la espalda del hombre y le dijo:

- No tengas miedo. Tu fe te ayudará a caminar sobre las aguas. Pero en el instante en que pierdas la fe, te ahogarás.

El hombre confió en Bibhishana y comenzó a caminar sobre las aguas, sin ninguna dificultad, A cierta altura, no obstante, sintió un inmenso deseo de saber lo que su maestro había escrito en la hoja atada a sus espaldas.

La cogió y leyó lo que estaba escrito:

“¡Oh, dios Rama, ayuda a este hombre a cruzar el río”

“¿Sólo esto?”, pensó el hombre. “¿Quien es este dios Rama, al fin y al cabo?”

En el momento en que la duda se instaló en su mente él se sumergió y se ahogó en la corriente.

Paulo Coelho

Leer más...
Bookmark and Share

¿Qué es la Felicidad? (Paulo Coelho XII)






Esa es una pregunta que ya la borré hace mucho de mi cabeza, justamente porque no sé responderla.

No soy el único. En el transcurso de todos estos años, he convivido con todo tipo de personas: ricas, pobres, poderosas y acomodadas. En todos los ojos que se cruzaban con los míos, siempre me pareció que faltaba algo – e incluyo a los guerreros, y a los sabios, gente que no tendría nada de qué quejarse.

Algunas personas parecen felices: simplemente, no se plantean el asunto. Otras hacen planes: tendré un marido, una casa, dos hijos, una casa de campo... Mientras se encuentran ocupadas realizando esa lista, son como toros embistiendo: no piensan, sólo avanzan. Consiguen su coche, a veces consiguen hasta su Ferrari, les parece que en eso consiste el sentido de la vida, y no se hacen nunca la pregunta de arriba. Pero, a pesar de todo, los ojos arrastran una tristeza de la que estas personas ni siquiera son conscientes.

Yo no sé si todo el mundo es infeliz. Lo que sé es que las personas están siempre ocupadas: trabajando más tiempo del que les corresponde, ocupándose de los hijos, del marido, de la carrera, del diploma, de lo que harán al día siguiente, de lo que hay que comprar, de lo que hay que tener para no sentirse inferior, etc.

Pocas personas me dijeron: “Soy infeliz”. La mayoría me dice: “Estoy de maravilla. Conseguí todo lo que quería”.

Entonces, les pregunto: “¿Qué es lo que te hace feliz?”

Me responden: “Tengo todo lo que cualquiera puede desear: familia, casa, trabajo, salud...”

Les pregunto de nuevo: “¿Alguna vez te paraste a pensar si eso era todo en la vida?”

Y responden: “Sí, eso es todo”.

Insisto: “En ese caso, el sentido de la vida es el trabajo, la familia, los hijos que crecerán y acabarán marchándose, la mujer o el marido que con el tiempo se transforman más en amigos que en auténticos enamorados. Y el trabajo terminará un día. ¿Qué harás cuando llegue ese momento?”

Llegados a este punto, no me responden. Se van por las ramas. Pero siempre queda algo escondido: el empresario que aún no hizo el negocio que soñaba, el ama de casa a la que le gustaría disponer de más independencia y más dinero, el que acaba de conseguir su título en la facultad se pregunta si fue él quien escogió sus estudios o si alguien los eligió por él, al dentista le habría gustado ser cantante, el cantante hubiera querido ser político, el deseo del político era ser escritor, y el escritor es un labrador frustrado.

En la calle donde escribo esta columna y observo a las personas que pasan, apuesto a que todo el mundo esta sintiendo lo mismo. Esta mujer tan elegante dedica sus días a intentar parar el tiempo, controlando la báscula, porque piensa que de eso depende el amor. En la acera de enfrente se ve a una pareja con dos niños. El hombre y la mujer viven momentos de intensa felicidad cuando salen a pasear con sus hijos, pero al mismo tiempo el subconsciente se preocupa del empleo que podría faltar un día, de las tragedias que pueden llegar en cualquier momento, y piensa en cómo librarse de ellas, cómo protegerse del mundo.

Hojeo las revistas de famosos: todo el mundo riéndose, todo el mundo contento. Pero como frecuento este medio, sé que la realidad es otra: todos aparecen riendo o divirtiéndose en la foto, en aquel momento, pero por la noche, o por la mañana, la historia es diferente. “¿Qué voy a hacer para seguir apareciendo en las revistas?” “¿Cómo voy a disimular que ya no tengo el dinero suficiente para mantener esta vida de constantes lujos?” O “¿Cómo hago para aumentar mi lujo, para hacerlo más llamativo que el de los demás?” “La actriz con la que aparezco en esta foto, riéndonos las dos, celebrando algo, ¡mañana me puede robar el papel!” “¿Estaré mejor vestida que ella? ¿Por qué sonreímos, si nos detestamos?”

En fin, me quedo con los versos de Jorge Luis Borges: “Ya no seré feliz. Tal vez no importa. Hay tantas otras cosas en el mundo”.

Paulo Coelho
Leer más...
Bookmark and Share

27 de octubre de 2012

Un Guerrero Sabe


Todos los caminos del mundo llevan hasta el corazón del Guerrero; él se zambulle sin vacilar en el río de las pasiones que siempre corre por su vida.

El Guerrero sabe que es libre para elegir lo que desee; sus decisiones son tomadas con valor, desprendimiento y -a veces- con una cierta dosis de locura.

Acepta sus pasiones y las disfruta intensamente. Sabe que no es necesario renunciar al entusiasmo de las conquistas; ellas forman parte de la vida y alegran a todos los que en ella participan.

Pero jamás pierde de vista las cosas duraderas, y los lazos creados con solidez a través del tiempo.
Un Guerrero de la Luz, sabe distinguir lo que es pasajero de lo que es definitivo.

Manual del Guerrero de la Luz
Paulo Coelho

Leer más...
Bookmark and Share

21 de octubre de 2012

Historia de un Guerrero



-En la playa al este de la aldea, existe una isla, con un gigantesco templo lleno de campanas -dijo la mujer.

El niño reparó que ella vestía ropas extrañas y llevaba un velo cubriendo sus cabellos. Nunca la había visto antes.

-¿Tu ya lo conoces? -preguntó ella-. Ve allá y cuéntame qué te parece.

Seducido por la belleza de la mujer, el niño fue hasta el lugar indicado. Se sentó en la arena y contempló el horizonte, pero no vio nada diferente de lo que estaba acostumbrado a ver: el cielo azul y el océano.

Decepcionado, camino hasta un pueblecito de pescadores vecino, y preguntó sobre una isla con un templo.

-Ah, eso fue hace mucho tiempo, en la época en que mis bisabuelos vivían aquí --dijo un viejo pescador-. Hubo un terremoto y la isla se hundió en el mar. Sin embargo, aun cuando no podamos ya ver la isla, aún escuchamos las campanas de su templo, cuando el mar las agita en su fondo.

El niño regresó a la playa e intentó oir las campanas. Pasó la tarde entera allí, pero sólo consiguió oir el ruido de las olas y los gritos de las gaviotas.

Cuando la noche llegó, sus padres vinieron a buscarlo. A la mañana siguiente, él volvió a la playa; no podía creer que una bella mujer pudiese contar mentiras. Si algún día ella regresaba, él podría decirle que no había visto la isla, pero que había escuchado las campanas del templo que el movimiento del agua hacía que sonasen.

Así pasaron muchos meses; la mujer no regresó, y el chico la olvidó; ahora estaba convencido de que tenía que descubrir las riquezas y tesoros del templo sumergido. Si escuchase las campanas, sabría su localización y podría rescatar el tesoro allí escondido.

Ya no se interesaba más por la escuela, ni por su grupo de amigos. Se transformó en el objeto de burla preferido de los otros niños, que acostumbraban a decir: “Ya no es como nosotros, prefiere quedarse mirando el mar porque tiene miedo de perder en nuestros juegos”.

Y todos se reían, viendo al niño sentado en la orilla de la playa.

Aun cuando no consiguiese escuchar las viejas campanas del templo, el niño iba aprendiendo cosas diferentes. Comenzó a percibir que, de tanto oir el ruido de las olas, ya no se dejaba distraer por ellas. Poco tiempo después, se acostumbró también a los gritos de las gaviotas, al zumbido de las abejas y al del viento golpeando en las hojas de las palmeras.

Seis meses después de su primera conversación con la mujer, el niño ya era capaz de no distraerse por ningún ruido, aunque seguía sin escuchar las campanas del templo sumergido.

Otros pescadores venían a hablar con él y le insistían: -¡Nosotros las oímos! –decían.

Pero el chico no lo conseguía.

Algún tiempo después, los pescadores cambiaron su actitud.

-Estás demasiado preocupado por el ruido de las campanas sumergidas, olvídate de ellas y vuelve a jugar con tus amigos. Puede ser que sólo los pescadores consigamos escucharlas.

Después de casi un año, el niño pensó: “Tal vez estos hombres tengan razón. Es mejor crecer, hacerme pescador y volver todas las mañanas a esta playa, porque he llegado a aficionarme a ella”. Y pensó también: “Quizá todo esto sea una leyenda y, con el terremoto, las campanas se hayan roto y jamás vuelvan a tocar.”

Aquella tarde, resolvió volver a su casa.

Se aproximó al océano para despedirse. Contempló una vez más la Naturaleza y, como ya no estaba preocupado con las campanas, pudo sonreir con la belleza del canto de las gaviotas, el ruido del mar, el viento golpeando las hojas de las palmeras. Escuchó a lo lejos la voz de sus amigos jugando, y sintióse alegre por saber que pronto regresaría a sus juegos infantiles.

El niño estaba contento y -en la forma en que sólo un niño sabe hacerlo- agradeció el estar vivo. Estaba seguro de que no había perdido su tiempo, pues había aprendido a contemplar y a reverenciar a la Naturaleza.

Entonces, porque escuchaba el mar, las gaviotas, el viento en las hojas de las palmeras y las voces de sus amigos jugando, oyó también la primera campana.

Y después otra.

Y otra más, hasta que todas las campanas del templo sumergido tocaron, para su alegría.

Años después, siendo ya un hombre, regresó a la aldea y a la playa de su infancia. No pretendía rescatar ningún tesoro del fondo del mar; tal vez todo aquello había sido fruto de su imaginación, y jamás había escuchado las campanas sumergidas en una tarde perdida de su infancia. Aun así, resolvió pasear un poco para oir el ruido del viento y el canto de las gaviotas.

Cual no sería su sorpresa al ver, sentada en la arena, a la mujer que le había hablado de la isla con su templo.

-¿Qué hace usted aquí? -preguntó.

-Esperar por ti -respondió ella.

El se fijo en que, aunque habían transcurrido muchos años, la mujer conservaba la misma apariencia: el velo que escondía sus cabellos no parecía descolorido por el tiempo.

Ella le ofreció un cuaderno azul, con las hojas en blanco.

-Escribe: un guerrero de luz presta atención a los ojos de un niño. Porque ellos saben ver el mundo sin amargura. Cuando él desea saber si la persona que está a su lado es digna de confianza, procura verla como lo haría un niño.

-¿Qué es un guerrero de luz?

-Tú lo sabes -respondió ella, sonriendo-. Es aquel que es capaz de entender el milagro de la vida, luchar hasta el final por algo en lo que cree, y entonces, escuchar las campanas que el mar hace sonar en su lecho.

El jamás se había creído un guerrero de luz. La mujer pareció adivinar su pensamiento.

-Todos son capaces de esto. Y nadie se considera un guerrero de luz, aun cuando todos lo sean.

El miró las páginas del cuaderno. La mujer sonrió de nuevo.

-Escribe sobre el guerrero -le dijo.

Ya era de noche, cuando ella acabó de hablar. Los dos se quedaron mirando a la luna que nacía.

-Muchas cosas de las que me has dicho se contradicen entre sí -dijo él.

Ella se levantó y le contestó:

-Adios. Tú sabías que las campanas del fondo del mar no eran una leyenda; pero sólo fuiste capaz de escucharlas cuando percibiste que el viento, las gaviotas, el rumor de las hojas de palmera, todo aquello formaba parte del tañido de las campanas.

“De la misma manera, el guerrero de la luz sabe que todo lo que lo rodea -sus victorias, sus derrotas, su entusiasmo y su desánimo- forman parte de su Buen Combate. Y sabrá usar la estrategia adecuada en el momento en que la necesite. Un guerrero no procura ser coherente; él aprende a vivir con sus contradicciones.

-¿Quién eres? -preguntó.

Pero la mujer se alejaba, caminado sobre las olas, en dirección hacía la luna naciente.

“Los guerreros de la luz a menudo se preguntan qué están haciendo aquí, y muchas veces piensan que sus vidas no tienen sentido. Por eso son guerreros de la luz. Porque se equivocan. Porque preguntan. Porque continúan buscando un sentido a la vida. Y porque acabarán encontrándolo.”

Manual del Guerrero de la Luz
Paulo Coelho
Leer más...
Bookmark and Share

2 de mayo de 2012

El Guerrero Aprendió


El guerrero de la luz aprendió que Dios usa la soledad para enseñar la convivencia.


Usa la rabia para mostrar el infinito valor de la paz. Usa el tedio para resaltar la importancia de la aventura y del abandono.


Dios usa el silencio para enseñar sobre la responsabilidad de las palabras. Usa el cansancio para que se pueda comprender el valor del despertar. Usa la enfermedad para resaltar la bendición de la salud.


Dios usa el fuego para enseñar sobre el agua. Usa la tierra para que se comprenda el valor del aire. 


Usa la muerte para mostrar la importancia de la vida.


Manual del Guerrero de la Luz.
Leer más...
Bookmark and Share

1 de mayo de 2012

Mambeando


Feliz Día del trabajador, a todos aquellos que trabajan, y a los que buscan, porque ciertamente, encontrarán.
Leer más...
Bookmark and Share

26 de noviembre de 2010

Guerrero

Todo guerrero de la luz ya tuvo alguna vez miedo de entrar en combate.
Todo guerrero de la luz ya traicionó y mintió en el pasado.
Todo guerrero de la luz ya recorrió un camino que no le pertenecía.
Todo guerrero de la luz ya sufrió por cosas sin importancia.
Todo guerrero de la luz ya creyó que no era un guerrero de la luz.
Todo guerrero de la luz ya falló en sus obligaciones espirituales.
Todo guerrero de la luz ya dijo "sí" cuando quería decir "no".
Todo guerrero de la luz ya hirió a alguien a quien amaba.
Por eso es un guerrero de la luz; porque pasó por todo eso y no perdió la esperanza de ser mejor de lo que era.


Paulo Coelho
Leer más...
Bookmark and Share

21 de noviembre de 2010

Marcas y Cicatrices

El guerrero de la luz recuerda un fragmento de John Bunyan:

"Aun cuando haya pasado por todo lo que pasé, no me arrepiento de los problemas en que me metí, porque fueron ellos los que me condujeron hasta donde deseé llegar. Ahora, todo lo que tengo es ésta espada, y la entrego a cualquiera que desee seguir su peregrinación. Llevo conmigo las marcas y las cicatrices de los combates; ellas son testimonio de lo que viví, y recompensa de lo que conquisté.

Son estas marcas y cicatrices queridas las que me abrirán las puertas del Paraíso. Hubo una época en la que viví escuchando historias de hazañas. Hubo otras épocas en que viví simplemente porque necesitaba vivir. Pero ahora vivo porque soy un guerrero y porque quiero estar un día en la compañía de Aquel por quien tanto luché".

Paulo Coelho
Leer más...
Bookmark and Share