Era domingo y estaba la familia reunida comiendo en casa de su abuela. Ella ya debía tener unos catorce años y estaba quejándose de que no conseguía hacer determinado trabajo para la escuela porque todo lo que empezaba a hacer terminaba mal.El padre la tomó de la mano y fueron hasta la sala donde la abuela acostumbraba ver la televisión. Había allí un gran reloj de pie, antiguo, que estaba parado desde hacía muchos años por falta de piezas.
No existe nada completamente errado en el mundo, hija mía -dijo el padre, mirando el reloj-. Hasta un reloj parado consigue estar acertado dos veces al día.
Paulo Coelho








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